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Las complejas condiciones económicas de Venezuela han hecho que a menudo se hable de ella como unc aso de estudio de Bitcoin —una criptomoneda prácticamente hecha a medida para una economía cargada de hiperinflación y un gobierno represivo.
Y aunque el uso de Bitcoin no es lo común en Venezuela, esa narrativa se ha mantenido más o menos: el país ocupa el tercer lugar en el mundo en términos de adopción de Bitcoin, según un informe de septiembre de 2020 de la firma de análisis de criptomonedas Chainalysis.
Pero los recientes cambios sociales y políticos en la nación sudamericana pueden poner pronto a prueba esa narrativa.
Parte de la razón por la que algunos venezolanos expertos en tecnología recurrieron a Bitcoin para proteger su patrimonio y escapar de la devaluación del bolívar fue porque los dólares estadounidenses eran difíciles de obtener. Comprarlos era técnicamente ilegal, por lo que los ciudadanos recurrían al mercado negro para encontrarlos.
Ya no tienen que hacerlo. Es más, el gobierno de Nicolás Maduro, notoriamente "antiimperialista", parece haber concedido la derrota a la dolarización—aceptando el hecho de que el dólar es la moneda de facto de Venezuela, agradeciendo a Dios por su existencia.
A principios de este año, el gobierno de Maduro comenzó a permitir que los bancos venezolanos abrieran cuentas para sus clientes en dólares. Las empresas pueden incluso empezar a pagar a sus trabajadores en divisas—algo que habría sido imposible o muy difícil de imaginar en la Venezuela de Chávez hace una década.
Así que ahora que Venezuela ha abierto sus puertas a los dólares, ¿disminuirá esto el papel que juega Bitcoin en la economía informal del país? Los expertos regionales no creen que haya muchas razones para pensar que sí.
Para la mayoría de las personas, el dólar seguirá siendo un "refugio" frente a la inflación para las transacciones del día a día, pero "nunca será un almacén de valor de la misma manera que lo es hoy el Bitcoin", según Alberto Zambrano, fundador del Instituto AJZ, un proyecto regional que ofrece formación sobre criptomonedas, blockchain y otras tecnologías.
Saulo Muñoz, economista especializado en desarrollo social, comparte una opinión similar: "El Bitcoin se consolida como un aspecto importante de una comunidad que actualmente rechaza el dinero fiduciario", dijo a Decrypt. Muñoz no sólo ve que el comercio de Bitcoin dentro de Venezuela mantiene su impulso, sino que incluso podría "escalar" a medida que surjan nuevos casos de uso para la criptomoneda, dijo.
Venezuela tiene actualmente un mercado muy activo de trading de Bitcoin entre pares. El volumen de operaciones en el país sigue siendo el más alto de todas las naciones latinoamericanas, según datos del sitio de métricas Useful Tulips. Fuera de un pico en el volumen a finales de diciembre y principios de enero, el comercio en la Plataforma de intercambio de Bitcoin P2P LocalBitcoins entre los venezolanos se mantiene a la par con los niveles registrados en los últimos dos años.
Volumen de operaciones de Bitcoin en Venezuela. Useful Tulips
Esto sugiere que el comercio de Bitcoin en el país se ha mantenido estable independientemente de las fluctuaciones de los precios y, más recientemente, independiente de los cambios de opinión del gobierno sobre los controles de divisas y las limitaciones del dólar.
Es más, las criptomonedas parecen estar convirtiéndose en una consideración cada vez más importante para el gobierno de Maduro. En septiembre de 2019, Maduro confirmó que el banco central de Venezuela tiene Bitcoin y Ethereum, la segunda criptomoneda más grande por capitalización de mercado, entre sus reservas internacionales. La plataforma estatal de remesas también acepta criptomonedas e incluso se ha ampliado esa idea con iniciativas privadas apenas la semana pasada.
Según Muñoz, en lugar de obstaculizar el comercio de Bitcoin, la dolarización en Venezuela puede llevar a una "diversificación de los métodos de pago" en las plataformas de intercambio.
Así que probablemente, durante un futuro cercano, Bitcoin siga impasible ante las volatilidades económicas —y políticas— que vivan los venezolanos
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